Hace tiempo que me suena a consuelo la felicidad
del momento que amanece en un rincón.
Después un intento que me lleve hacia fuera del recibidor
que precede a la salida.
Me atormento sin que sirva de nada la pasividad
demostrada en el sillón
y enmarcado en el embargo continuo de la velocidad
que carece de sentido